Yo ya llevaba mucho tiempo en Tenerife, habia llegado hacía unos cuantos días, incluso meses creo ya, no sé si mi muy mucha hambre o mi muy poco sueño hacía ya que tuviese flashes de esos olvidadizos. Aunque todos desconozcais esta historia, fué real y me ocurrió en distintas etapas de mi vida. Cogí mi maleta, mis trocitos de cuerda y mi mochila roja, aún en ella cosas que dificilmente olvidaría (aunque mucha hambre pasase). Llegué de noche a Sta Cruz, y la pequeña pero muy amable azafata me ayudó con mi equipaje, y me ví pequeño, oscuro y sólo en una tierra que nunca jamás había pisado. Me entretenia contando las sílabas tinerfeñas y las ventíscas que movían mis ojos semi-caidos. Me dirigí al hotel y allí pude descansar (no me sienta bien dormir en los aviones, luego estoy más cansado). Por la noche no sabía que hacer, tenia que descargar mi ira y mi alegría por la isla, bien rápido y apoderarme de todo aquello que se moviese ante mi. Fué entonces cuando la ví por primera vez, Sofia, de apellido alemán (su padre fué un prestigioso coronel nazi) y su madre fué una luchadora anti-hitleriana, en fin, ya se veía venir, una chica bien complicada. Los dos empezamos a trabajar en la misma discoteca, apartada de la ciudad en un viejo barrio de la islita, dónde los jóvenes y turistas salian de fiesta, bebían, hacian el amor (sin amor) y tomaban todas las sustancias, que como bien creo, ya os podeis imaginar. Ella morena, tímida, con una sonrisa que me dejaba perplejo durante muchos segundos, sin poderme mover, aturdido, de pelo liso y largo, con un cuerpo salado, recordandome a mis lágrimas en tiempo de agonias. Sofía y yo coincidimos mutuamente en algo, habiamos encontrado algo muy importante los dos.Salíamos a dar paseos los días grises por la playa, paseabamos al gatito de Sofía (un siamés encantador) y jugabamos a ver quién daba más besos al aire, eso sí, Sofía tenia la boca tan grande que con sólo un beso besaba el cielo entero, era algo increíble, nunca lo había visto.Hicimos un dúo de bailarines perfecto, los pequeños empresarios de la isla nos contrataban para hacer una espécie de "show" en las discotecas, ganabamos algo de dinero y teniamos alquilado un pequeño pero acogedor pisito.Cuando bailabamos el mundo se paralizaba, la música hacía un stop brusco, y ella sólo mirandome ya me hablaba, incluso me podía hacer imaginar en todo lo que ella quisiera, había dias que mientras bailabamos yo no estaba en la discoteca, mi mente estaba en México (ella siempre me prometía que iriamos a pasar una temporada), imaginaba esas playas que siempre he soñado, ese acento mejicano y esa comida picante, picante como Sofía... Más tarde las cosas empezaron a cambiar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario