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lunes, septiembre 09, 2013

Los finales son tristes, digan lo que digan....

Siempre se me ha dado mal tragar los finales,
de todo, ya sea de películas, de actuaciones, de emociones,
es más, final es una palabra que me repulsa, no me gusta para nada.
He cogido el manual de "cómo hacerse un hombre" y me lo he releído
más de tres mil veces y no aparece en ningún lugar cómo resolver un final.
Es así de sencillo y a la vez tan complicado.
Me siento como aquél gladiador que ha estado durante años entrenando,
con fieras, con compañeros, con salvajes,
y siempre ha ganado, siempre ha sido el más fuerte, el más hábil con la espada,
el que ha tenido más coraje y el que ha tenido más capacidad de supervivencia,
pero también como aquél que llega a su combate final,
donde el anfiteatro grita su nombre sin cesar, todo el mundo lo aclama,
y acaba muriendo, sin haber dado muestras de autodefensa, nada
así de fácil, como si fuera inerte, plano, como si fuera un joven recién
salido de la instrucción de gladiadores. Digamos que la cosa acaba
con el típico final que todos esperan, muriendo, pero que en el fondo
el protagonista siempre piensa que va a sobrevivir,
aunque el emperador se ponga testarudo y lo quiera muerto sea como sea,
él cree en él y en sus ansias de libertad.
Los finales también van atados a la tristeza, a la no-comprensión,
a las ganas de más sin haber habido nada de menos,
los finales son algo que te dejan con ganas de más, pero que a la vez
los esperas porque todo va acabar.
Salvaje: todo final es salvaje me dije.
Y es que como siempre, he vuelto a salir herido de un final
que ni siquiera (tú), habías planeado.

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